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Alianza Islámica: La verdadera historia

Por Ramon Francisco Ocasio

Traducido por Wendy Díaz

Originally published in the English language as Alianza Islamica: The True Story, The Islamic Monthly, March 14, 2016

For English article: http://theislamicmonthly.com/alianza-islamica-the-true-story/

El 30 de enero de 2016, ambos musulmanes y no-musulmanes se reunieron en la ciudad de Houston, Texas, para el evento más esperado de la temporada: la gran apertura del Centro Islámico de “IslamInSpanish”, un nuevo nexo para traer el Islam a los latinos. Un cielo brillante, soleado y despejado adornaba la multitud de tamaño considerable, la mayoría sentados bajo un toldo protector mientras que el resto permanecía bañado en el calor del sol de un invierno Tejano. Mientras los niños jugaban en los castillos inflables, la multitud disfrutó de un discurso tras otro, cada charla aumentando el buen augurio del evento, todo hasta llegar a un clímax trascendental cuando se cortó la cinta roja en la entrada del centro y las miradas de los ojos curiosos fueron finalmente saciadas.

Al fin y al cabo, fue un día triunfal. Mujahid Fletcher, Abdullah Danny Hernández, Isa Parada, Nahela Morales, Sandy Sakinah Gutiérrez y muchos otros habían concentrado sus esfuerzos para crear, por la gracia y la misericordia de Alá, algo lleno de promesas: un nuevo centro, físicamente impresionante con mosaicos, pisos de mármol , arcos decorativos que recuerdan la grandeza de Córdoba, zona de oración decorada a buen gusto, un salón y un estudio de grabación de alta tecnología, todo dirigido por un grupo de trabajadores musulmanes del más alto nivel. Había muchas razones para celebrar.

Yahya Abdul Latif Figueroa, director de largo plazo de Alianza Islámica, y mi esposa, Faiza, y yo habíamos hecho el viaje y nos pareció ser los únicos neoyorquinos. Los asientos eran bien escasos, sin embargo, mi esposa logró encontrar uno en la parte posterior. A mi izquierda estaba Yahya, sentado solo en la acera. Luego me di cuenta de que los tres nos habíamos sentado inconscientemente hacia la parte trasera, observando los procedimientos de lejos. Estamos entrando a la tercera edad, en nuestros años 60, justo ahora calificando para descuentos en las entradas de cine. Ante nosotros se extendía la energía de la juventud desenfrenada, palpable en cada parte del espectáculo ante nosotros como una nueva generación amaneciendo. Era un estudio de contrastes. Décadas atrás, a principios de 1990, otro centro para musulmanes latinos se abrió, pero este fue en el corazón del Harlem Español de Nueva York, sin ninguna fanfarria, ni discursos, cortes de cintas ceremoniales, dignatarios o invitados de honor. Ni los periódicos ni las redes de televisión lo mencionaron y las noticias de su inauguración, probablemente no se extendían más allá de la mirada curiosa de un peatón.

Durante los doce años siguientes, Alianza Islámica se convirtió en la más grande e influyente organización para musulmanes latinos en la historia de EE.UU. Sin embargo, su historia ha sido enterrada desde hace años en la oscuridad, en las sombras del abandono y la indiferencia. Este fue el primer local de Alianza Islámica: 1717 Avenida Lexington. En la extrema derecha se encuentra Sheij Abdulmani, Oficial de Relaciones Publicas.

Génesis

A mediados de la década de 1960, el pacifismo del Movimiento por los Derechos Civiles había dado paso a la inquietud y la ira a medida que las comunidades minoritarias se impacientaban con el lento avance de la reforma social y económica. En este ambiente social, cuatro adolescentes puertorriqueños de El Barrio, o el Harlem Español, el legendario centro icónico de la comunidad puertorriqueña en la ciudad de Nueva York – llegaron a la mayoría de edad: Mark Ortiz, Freddie González, John Figueroa y este autor, cada uno viviendo dentro de un radio de cinco cuadras. Como muchos jóvenes en esa época, nos involucramos profundamente en la lucha por la justicia social y económica para los puertorriqueños en el continente, y la libertad e independencia para la isla de Puerto Rico. Todos nos involucramos con el movimiento popular más progresista de la época, el Partido de los Young Lords, y sus organizaciones auxiliares. Entramos en varias fases a partir de entonces, dos de nosotros incluso llegando a ser miembros de la Nación del Cinco por Ciento, una rama de la Nación del Islam. Con el tiempo, nuestro viaje colectivo nos trajo a la religión, el Islam, y todos nos convertimos en musulmanes en el plazo de dos años entre cada uno. John se convirtió en Yahya, Freddie se convirtió en Ibrahim, Mark se convirtió en Abdus y Ray se convirtió en Abdur Rahim. El cuarteto musulmán latino ya estaba completo.

Los primeros pasos en un mundo nuevo

No éramos los primeros latinos en aceptar el Islam en la ciudad, pero era desconcertante ver que algunos de los que nos habían precedido - especialmente los más estrechamente asociados con miembros de las mezquitas predominantemente afroamericanas - se habían convertido, en efecto, en cripto-latinos, totalmente subsumidos en la versión afroamericana de la cultura islámica, negándose incluso hasta a hablar en español en las mezquitas. Fue una chocante obliteración de identidad; como cambiar a Willie Colón por McCoy Tyner. Esto fue a principios de la década de 1970 y la ignorancia, el racismo y el etnocentrismo fueron algunos de los factores que influyeron bastante a la comunidad musulmana. Entre los inmigrantes musulmanes, un buen número nunca había oído hablar de un Latino abrazando el Islam, y tuvieron problemas aceptándonos en su comunidad, algunos llegando hasta a decir que la existencia de un musulmán latino era prácticamente imposible. Entre nuestros hermanos afroamericanos, algunos manejaron torpemente la presencia de los musulmanes latinos en la comunidad, especialmente cuando se trataba de los que tenían la piel más clara y los pelirrojos. Era una época de afro-centrismo, cuando se estaba afirmando la identidad de los negros y el dominio de la piel blanca estaba siendo rechazado por completo. Los musulmanes latinos estaban atrapados en el medio.

Para colmo, tuvimos que lidiar con la percepción en nuestra comunidad puertorriqueña de que el Islam era ajeno a nuestra cultura, y que era esencialmente una parte de la identidad Negra debido a la notoriedad de la Nación del Islam. Algunas historias circulaban en aquellos tiempos de padres puertorriqueños estrictos y severos arrancando los khimars (los velos) de las cabezas de sus hijas. Para los Latinos con un historial de lucha por afirmar su identidad y preservar su dignidad, estas eran claramente tierras desconocidas. En 1974, visitamos un grupo de musulmanes puertorriqueños en Newark, Nueva Jersey, llamado Bani Sakr, cuyo guía espiritual era Hajj Hisham Jaber, quien dirigió la oración fúnebre de Malcolm X. Por primera vez desde entrar al Islam, estábamos junto a otros musulmanes orgullosamente latinos, con nombres como Yusuf Padilla y Bilal Arce. Una boda allí era un deleite, comiendo delicioso arroz con pollo a los ritmos de percusión de un tumbao de conga; una expresión de nosotros mismos que ya no parecía extranjera o ajena, algo con que nuestras madres podrían relacionarse. En ese momento teníamos una visión de lo que era posible y estábamos decididos a hacerlo una realidad. Un desfile musulmán con Yahya a la izquierda con una gorra roja, el difunto Muhammad Méndez en el centro y justo detrás de él en un polo color oliva está Mustafá Rivera, la mano derecha y el músculo de Yahya.

El fracaso de la idea para la mezquita hispana

En 1975, nos unimos al Partido Islámico de Norteamérica, una organización basada en Washington, DC, que expresaba el Islam a través del compromiso cívico frente a la pobreza y la injusticia social y económica. Fui a Washington a trabajar directamente en su sede central mientras Yahya, Abdus Salam e Ibrahim permanecían en Nueva York, haciendo el trabajo del partido de dawah (introduciendo el Islam a los no musulmanes) y organizándolo. Pasaron tres años antes de que nos reuniéramos nuevamente en Nueva York. En 1979, pasamos a formar parte de un grupo pan-latino que representaba a los musulmanes de Costa Rica, Puerto Rico, Panamá y Brasil, y celebramos una serie de reuniones para establecer la primera mezquita de habla hispana en la ciudad de Nueva York, un lugar donde los khutbahs (los sermones del viernes) y la instrucción religiosa se daría en nuestra lengua materna. Desafortunadamente, los líderes musulmanes - inmigrantes y nativos - vieron el proyecto como divisivo y perjudicial para el yamaat (la congregación). Se encontró con una considerable resistencia y no recibió apoyo de ninguna comunidad musulmana establecida. Un hermano musulmán afroamericano simpatizante nos permitió continuar las reuniones en su apartamento, pero cuando su imán local lo supo, le ordenó que nos prohibiera la entrada. Quedamos asombrados y desilusionados, y el proyecto perdió impulso con el tiempo y finalmente fue abandonado.

Ibrahim González pone a los latinos en el mapa

Después de la debacle de la mezquita hispana, Ibrahim González se fue de Nueva York a principios de la década 1980 para trabajar en la oficina central de la Sociedad Islámica de Norteamérica, ISNA, en Indiana. Mientras estaba ahí, tradujo al español un folleto popular de dawah: Islam a un Vistazo. Esto fue antes de los días de la autoedición, por lo tanto, Ibrahim preparó los platos él mismo y los arregló para publicar. Sin embargo, quedo desconcertado cuando el liderazgo del ISNA se negó a imprimir el folleto a pesar de la casi inexistencia de cualquier material de dawah en español en ese momento. Su ira y frustración eran evidentes durante sus frecuentes llamadas a Nueva York. Ibrahim regresó a Nueva York determinado a cambiar las cosas para los latinos y los musulmanes latinos y en 1985, pensó en una brillante idea que cambiaría todo por completo. Su plan era organizar un evento en el prestigioso Museo del Barrio en la 5ta Avenida del Harlem Español, con un tema que destacaba el legado del Islam en la cultura latina. El tema sería: Reclamando Nuestra Herencia Islámica. Ibrahim, Yahya y yo organizamos el evento, que contó con T. B. Irving – un reconocido erudito, traductor del Corán y profesor de lenguas románicas que falleció en 2002 – encabezando una lista de oradores mientras nuestras familias aportaron la comida latina. Ibrahim convenció a la Liga Mundial Musulmana a financiar el evento, y fue un gran éxito, atrayendo a espectadores de todo el país. Los musulmanes latinos habían emergido finalmente de las sombras.

Sin embargo, un beneficio aún más grande fue conocer a dos hombres claves: Carl Askia El-Amín de la Fundación Bismi Rabik de Chicago, y Daniel Ahmad Mena de la Florida, quienes llegaron con sacos repletos de los primeros libros islámicos en español que habíamos visto. Después del evento, una colaboración entre tres ciudades se desarrolló, formando los inicios de Alianza Islámica. Su fruto fue el primer diario islámico bilingüe, también llamado Alianza Islámica, que la Fundación Bismi Rabik publicaba trimestralmente, dirigido por Carl en la oficina central de Chicago. Escogimos este nombre para demostrar solidaridad e independencia. Ibrahim González y Daniel Ahmed Mena fueron los editores asociados, María Cartagena fue la asistente administrativa, Carl Askia El-Amín fue el director de publicidad y circulación y Omar Abdur Rahim Ocasio, el editor.

En el verano de 1986, invitaron a Ibrahim González a la ciudad de Indianápolis para la conferencia anual de ISNA – el mismo ISNA que había rechazado anteriormente sus solicitudes constantes para imprimir un sencillo folleto de divulgación en español. Pero ahora, representando a Alianza Islámica, dirigió el seminario sobre Estrategias Futuras para el Trabajo de Dawah en Norteamérica con una presentación sobre el Programa Hispano de Dawah de ISNA. Ibrahim, por la gracia y la misericordia de Alá, había logrado poner a los musulmanes latinos en el mapa. Fue un momento decisivo.

La colaboración duró sólo dos años; obstáculos técnicos, logísticos y financieros terminaron con nuestra organización esencialmente virtual.

El renacimiento

Una noche, hace más de 30 años, Yahya y yo hablamos de nuestro sueño de abrir un centro de dawah en el medio de El Barrio, modesto y sin pretensiones, como una parte orgánica del vecindario donde cualquier persona pasando por la calle se sentiría cómoda y en su casa mientras escuchaba la palabra de Alá. Pero a principios de los años noventa, lo único que habíamos logrado era una serie de arranques y paradas, ideas y fracasos.

Y un día, después de Yummah (el sermón del viernes) en el centro de Manhattan, Yahya y su amigo Khalil se acercaron a mí y me pidieron que les diera clases de aqidah (el credo islámico). Al principio solo fueron ellos dos, luego cuatro y después seis. Continuaban llegando estudiantes, la mayoría hermanos y una hermana, hasta que todos los asientos se llenaron, y luego todo el espacio en el suelo. Entonces tuvimos que abrir otra clase los domingos debido al creciente número de estudiantes. Algo inesperado estaba ocurriendo. Estos eran nuevos musulmanes puertorriqueños, algunos saliendo directamente de centros de rehabilitación, que habían cambiado sus vidas y estaban hambrientos por el conocimiento islámico. Con el tiempo, los lazos de fraternidad se desarrollaron, y Yahya y yo acordamos aprovechar el momento y formalizarlo creando una organización. Cuando surgió el tema de un nombre, sugerí usar el nombre latente desde mediados de los años ochenta. (No estábamos conscientes en ese momento de que Carl todavía estaba publicando la revista bajo ese nombre.) Así renació Alianza Islámica.

Manos a la obra

Por consenso, Yahya se convirtió en el director de Alianza y asumió las riendas con un estilo de liderazgo agresivo que movió las cosas muy rápidamente. Ansioso de poner en práctica un programa social activista islámico, consiguió una tienda en la calle 107 y la Avenida Lexington, en el mismísimo barrio donde nos criamos. Todos los primeros miembros y estudiantes de las clases de aqidah eran Boricuas de El Barrio. Tuvimos la ventaja de estar cerca de casa.

La primera prioridad de Yahya era la divulgación, mostrando el mensaje del Islam a la gente. El estilo de Alianza era un acercamiento práctico y cara a cara. Se emplearon técnicas para aumentar la exposición y el interés. Había caminatas periódicas, donde los hermanos y hermanas, incluso familias enteras, caminaban en masa por la 3ª Avenida, la calle principal de Harlem, para despertar la atención, curiosidad y quizás alguna conversación. Además, el escaparate atraía periódicamente a un curioso peatón que entraba y escuchaba acerca de Alá en un ambiente tranquilo y no intimidante. Las conversiones crecieron a un ritmo constante; en un momento dado, al menos 100 familias estaban siendo servidas.

Además de su enfoque innovador hacia la divulgación, Yahya quiso implementar programas que aseguraran la educación religiosa de los miembros y los nuevos musulmanes. Para esto reclutó a eruditos como Sharif Abdul Karim (que Alá le tenga misericordia), Ibrahim Abdul Aziz y Ali Laraki. Yahya también se dio cuenta de que, debido a que muchos residentes del vecindario estaban en desventaja, los programas de GED e inglés como segunda lengua mejorarían su situación social y económica (algunos participantes del programa incluso obtuvieron títulos de maestría y doctorado después). Talleres sobre la salud, la nutrición y las artes marciales, también proporcionaron un enfoque holístico hacia el desarrollo de la comunidad.

El objetivo era hacer que los musulmanes latinos formaran parte de la comunidad, eliminando el estigma de lo desconocido y rompiendo las barreras para así, efectivamente recibir el mensaje del Islam. Se hizo un esfuerzo concertado para islamizar elementos de nuestra cultura para dar a nuestra gente puntos de referencia familiares.

Un ejemplo fue nuestra celebración de Eid, que a veces se llevaba a cabo en centros comunitarios. En lugar de la comida del Oriente Medio o del sur de Asia que se acostumbraba comer en los eventos musulmanes, nosotros hacíamos un gran esfuerzo por lucir nuestra gastronomía típica. Las hermanas de Alianza, algunas que trabajaban hasta más que los hombres, entraban en acción con platos como arroz con gandules y pasteles, y postres como flan y arroz con dulce. Mi madre reemplazó el pernil tradicional con una pierna de cordero preparada y sazonada de la misma manera, efectivamente Islamizando nuestros platillos festivos para que todos los pudieran apreciar. La música es una parte enorme de la cultura latina, especialmente de la cultura caribeña, como es la de Puerto Rico. Hace años, no era extraño que en un patio de recreo en El Barrio se vieran grupos de personas congregadas alrededor de cuatro o cinco congueros tocando ritmos Afro-Boricuas o Afro-cubanos durante toda la noche. Los miembros de Alianza decidieron que esta parte de nuestra cultura también necesitaba una forma de expresión islámica. Por lo tanto, durante nuestras reuniones de Eid, los congueros expertos Ibrahim, Yahya y Muhammad Méndez entretenían a la multitud con el sonido de sus tumbaos, bombas y guaguancós emanando del centro islámico como una invitación abierta a una nueva expresión latina.

La guerra contra las drogas

A comienzos de la década de 1990, la epidemia de SIDA estaba creciendo rápidamente y los líderes musulmanes estadounidenses se vieron obligados a enfrentar el problema de las drogas y la infección por el VIH en sus comunidades. Pero las primeras reacciones a este problema fueron particularmente medievales; la muerte de un musulmán por el SIDA a menudo se consideraba consecuencia de la ira de Alá y miembros de la comunidad se negaban a lavar el cuerpo.

Yahya asistió a la Segunda Conferencia Internacional de Sida en París en 1986 y desde entonces se ha mantenido informado y educado sobre el SIDA / VIH. Por iniciativa suya, Alianza Islámica se convirtió en la primera organización islámica que ritualmente lavaba los cuerpos de musulmanes que habían muerto de SIDA. Además, llevó a cabo programas de divulgación para educar tanto a musulmanes como a no musulmanes sobre el SIDA y el VIH. Yahya reconocía que, si íbamos a atraer a musulmanes de zonas marginales, muchos vendrían destrozados y dañados por las drogas, y sufriendo de problemas psicológicos y males sociales. Para enfrentar esto, Alianza fue instrumental en la creación de Hermanos en Recuperación, el primer grupo de recuperación con una inclinación islámica que ha estado en funcionamiento durante 29 años. Alianza Islámica también tuvo que combatir el problema de los narcotraficantes locales. Nuestros vecinos más cercanos eran traficantes de drogas protegidos por policías corruptos. Yahya insistió en que Alianza Islámica tuviera buenas relaciones de cooperación con la policía. Esto resultó muy ventajoso, pues con mucha persistencia y la ayuda del Capitán Robert Curley y los oficiales de la Comisaria 23ª, Alianza logró despejar el bloque de traficantes de drogas.

En la década de 1990, durante la administración del Alcalde Rudy Giuliani, una disputa entre presos entró en erupción en la prisión de Rikers Island entre los Latin Kings, los Bloods y los musulmanes encarcelados, en la que se comenzaron a atacar mutuamente. Yahya tenía conexiones con el liderazgo de los Latin Kings y, en nombre de Alianza Islámica, fue capaz de negociar una tregua. El alcalde Giuliani estaba tan impresionado que le ofreció a Yahya la capellanía, pero no pudo proporcionar las horas flexibles que Yahya requería.

Las latinas en crisis

Uno de los problemas más angustiosos de Alianza fue el número excesivo de casos de abuso doméstico, en gran parte en matrimonios de latinas con árabes. La evidente predilección de las latinas para los árabes inmigrantes, especialmente para aquellas con ciudadanía americana como las puertorriqueñas, y un diluvio de incidentes de abuso físico y verbal, forzaron a Alianza a ofrecer asistencia y servicios de consejería muy necesarios.

Los héroes no reconocidos

Alianza tenía un cuadro de miembros dedicados que apoyaban totalmente el sueño de hacer realidad una expresión latina del Islam y verla difundirse entre nuestro pueblo. Shukrey (Fabel) Pabón, Mustafá Rivera, Pedro Robbasa, Said Concepción, Maryam Román, Safia Figueroa, Mikail (Miguel) Marrero, Abdullahi Rodríguez y otros fueron los operarios indispensables que mantuvieron a Alianza funcionando. Sin embargo, hay una persona que merece una mención especial: Amín (Frenchie) Madera. Aunque estaba terminalmente enfermo de SIDA, era nuestro guardián, en el que siempre podíamos confiar para abrir las puertas de Alianza por la mañana y cerrarlas por la noche. Estaba disponible para todo lo que se le pedía, nunca se molestaba, siempre estaba de buen humor y saludaba siempre con una sonrisa. Era humilde, sin pretensiones y un devoto servidor de Alá, fue el mejor de nosotros y representó lo mejor de Alianza Islámica.

El pluralismo en práctica

Aunque la mayoría de los miembros de Alianza eran puertorriqueños, la organización contaba con un número de no-latinos cuyas contribuciones eran invaluables. El principal entre ellos era Sheij Shair Abdul Mani, un brillante erudito Afro-americano criado en el Harlem Español. Hablaba español con fluidez y sirvió como el oficial de relaciones públicas de la organización. Él trajo consigo una sofisticación urbana, profesionalismo y pulimento a una organización algo áspera. Muhammad Omerjee era un caballero birmano de descendencia gujarati que siempre buscaba maneras para que trabajáramos más eficientemente. Y Christie Aziza Zimmerman era una fiera alemana-americana con un espíritu indomable que junto a su marido Shukrey eran dos pilares de apoyo inquebrantables. Por último, de todos los imanes de la ciudad, nadie ha sido más firme en su apoyo que el Imán Talib de la Mezquita de la Hermandad Islámica. Él estuvo ahí para nosotros tanto en la vida como en la muerte, siendo el primero en ofrecer sus servicios en el cuidado de nuestros muertos. Que Alá le recompense por ser un amigo para los desamparados.

La mezquita del barrio

A mediados de los años 90, Alianza aceptó la invitación de un prominente musulmán indio para trasladarse a un edificio cercano. Él, también, tenía un problema con los inquilinos narcotraficantes de la notoria Jamaican Posse y buscaba ayuda para deshacerse de ellos. Alianza estableció La Mezquita del Barrio, la primera mezquita para la comunidad latina en la Costa Este, y tal vez el país, al menos de lo que conocíamos. Por fin, había un lugar donde los khutbahs se presentaban en español, acabando con años de musulmanes latinos sintiéndose excluidos y marginados. El establecimiento de la mezquita fue un logro para nosotros, ya que llevó el concepto del centro en la tienda a una lógica conclusión. Podíamos servir a los latinos y musulmanes latinos de una manera que el Centro Cultural Islámico de Nueva York, a sólo 10 cuadras de distancia, nunca podría hacer. Ibrahim Abdul Aziz se convirtió en el imán titular de la mezquita, encargado de dirigir los sermones del viernes y servir como un guía espiritual. Desde el principio, Alianza tomo la decisión consiente de no imitar el mismo modelo de la mezquita prevalente en la ciudad durante ese tiempo. Por eso establecimos primero un centro de divulgación encabezado por un director. Cuando éste resulto exitoso, establecer una mezquita era inevitable.

Desafortunadamente, las relaciones entre Alianza y el dueño del edificio se deterioraron. Después de que Alianza expulsara efectivamente a los traficantes de drogas de su edificio, el propietario inició procedimientos de desalojo. En el año 2000, Alianza se trasladó a la Avenida Alexander en el Bronx, pero arrancada de sus raíces, nunca fue la misma. Una declinación lenta e inexorable terminó en 2005, con las llamas reducidas a cenizas en el lugar que sería su descanso final.

Una nueva era, un nuevo amanecer

De vuelta en Texas, la cinta roja fue finalmente cortada y los invitados entraron en el nuevo centro. Había llegado un nuevo día. Sin embargo, para nosotros, los que se acercaban al ocaso de la vida, fue un tiempo para reflexionar. Un viaje que comenzó con cuatro adolescentes boricuas hace 47 años nos había transportado hasta el día de hoy. Pero ya no éramos un cuarteto. Abdus Salam se mudó a la ciudad de Riad en Arabia Saudita al final de la primera Guerra del Golfo Pérsico. Como el auto-titulado latino Manhattino, se dice que ha traído a un gran número de soldados estadounidenses al Islam. Ibrahim González, el más joven de nosotros y un pionero innovador y decidido, murió repentinamente mientras dormía hace un par de años. Que Alá lo envuelva en Su perdón y misericordia. Pero hay muchas razones para tener esperanza, porque vemos en los líderes de las organizaciones y movimientos latinos que convergieron aquí para este evento, la fibra de acero necesaria para llevar este esfuerzo al siguiente nivel evolutivo.

Cada tribu y cada nación que Alá ha creado representa un ladrillo en el muro de la humanidad. Los musulmanes latinos forman uno de los ladrillos en el muro de la ummah, la comunidad musulmana colectiva. Si nuestra gente es indolente, subordinada, carente de confianza, dignidad o autoestima, entonces no son mejores que aquellos ladrillos o bloques de cemento hechos del material con la más inferior calidad. Y si no hacemos nada para corregir esta condición, entonces no somos mejores que los contratistas torpes e inescrupulosos que ponen en el edificio de la ummah algo que no podrá soportar su peso y pondrá en peligro la integridad de toda la estructura. Pero si los musulmanes latinos tienen confianza en sí mismos, creen y confían en Alá y se dan cuenta de que Alá no sólo los ha honrado al traerlos al Islam, sino que también ha hecho de ellos los herederos espirituales y culturales de lo mejor de la civilización andaluza, respetarían y exigirían respeto y no dejarían que nada ni nadie impugna su dignidad. Si necesitan aceptar cualquier tipo de asistencia, lo harían sólo en sus propios términos y no basado en lo que parece bueno en el informe anual de otras personas. Eso sería efectivamente un ladrillo de la más alta calidad, pureza y fuerza.

Quisiera concluir con un extracto de un editorial que escribí para la primera edición de nuestra revista Alianza Islámica, primavera de 1987:

"Cuando los no musulmanes se nos acercan con una curiosidad intensa y nos preguntan acerca de nuestra religión, a menudo hay una racha de emoción en el aire. La tentación por lo atrevido, lo diferente y lo nuevo está ahí para despertar a toda una nueva generación a su herencia perdida. Por lo tanto, animamos a nuestros lectores a ... hundirse de cabeza en el drama humano de la vida real donde están en juego las almas de los hombres; les exhortamos a difundir este mensaje con palabras, hechos y ejemplos. Y, finalmente, instamos a todos a que se reúnan para recrear esa hermosa sensación de asombro como un pueblo, hasta ahora despreciado y rechazado, que ocupen el lugar que les corresponde en la familia del hombre como servidores del Señor y Maestro de todos los mundos".

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